Un día del padre muy hegeliano

Un día del padre muy hegeliano

Imagen de cabecera: el pequeño Escota con su padre, Román

No son pocas las ocasiones en las que escuchamos a Escohotado recordar con cariño y admiración la figura de su padre, Román. Por algo el último volumen de la que según sus propias palabras es la obra de su vida, Los Enemigos del Comercio, va dedicado a él y a Dolores, su madre. Como hijo único de numerosa prole, Antonio ha transformado todo el mimo recibido en amor por el estudio y compromiso familiar, dos reinos que convergen en el proyecto de su hijo Jorge, decidido a cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de su legado. Con motivo del día del padre, es pertinente honrar al Viejo deteniéndonos en el ánimo fraternal que impregna La Emboscadura, presente en cada una de nuestras acciones. Muchas personas que agradecen nuestra labor, han resaltado precisamente lo que tiene de especial que un hijo continúe la labor de su padre, preguntándonos si conocemos algún otro caso similar. La sorpresa no podía ser otra: lo primero que nos sale al encuentro es el caso de Hegel y su hijo Karl.

Las resonancias mórficas de ambas relaciones entre padre e hijo aparecen aquí y allá revelando toda su fractalidad. Sabemos que fue Karl quien compiló la primera versión canónica de Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, obra que cita Escota como máximo referente en su entrevista con Pablo Iglesias, en la Tuerka. Es la obra más accesible de Hegel, y aquella que expone con mayor profundidad y claridad su concepto nuclear de Espíritu, “ese yo que es un nosotros”. En origen, Hegel no dejó más que un manuscrito lleno de lagunas, vertiendo el resto del contenido en sus lecciones como profesor en la universidad de Berlín.

Gracias a la pasión que despertaba en sus alumnos, el texto que conocemos hoy se nutre de las veloces transcripciones tomadas por los oyentes. Así como muchos afirman haber comprendido el pensamiento de Escohotado a raíz de sus exposiciones en conferencias y entrevistas, se recuerda que Hegel no daba realmente forma plena a su pensamiento sino en la improvisación oral. Si bien la versión final de las Lecciones corrió a cargo de G. Lasson, que perfeccionó las anteriores, debemos a Karl Hegel la valentía de tomarse las licencias oportunas para convertir las desperdigadas lecciones en un libro, superando el primer intento editorial de Eduard Cans, amigo del filósofo. Karl no vaciló en reformular el material original para hacer efectiva la compilación, sabiéndose fiel al pensamiento de su padre. Publicada esta versión en 1840, lo más curioso del caso es que el propio Hegel, fallecido en 1831, jamás leyese la que es su obra más leída, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal.

Al investigar más a fondo, el asombro reaparece detalle a detalle, dibujando ese espíritu del que La Emboscadura es también manifestación. Que Albert Hofmann considerase a Escota “su hijo espiritual” es otro ejemplo ilustrativo de esa evolución de la autoconciencia que proyecta al infinito los límites de cada finitud. El reconocimiento del químico al encontrar un continuador de afín a su discurso, es reflejo de la confianza que Antonio deposita en su hijo Jorge para cuidar de su cuerpo de trabajo, de construcción férrea pero delicado manejo. Resuenan también estos ecos en el sentimiento experimentado por Hegel al ver a su hijo asistir a sus conferencias sobre el progreso de la historia universal, un placer particular que fortalecía con orgullo y alegría las ganas de trabajar del profesor. La incorporación de Karl al alumnado supuso que Hegel preparase a conciencia sus próximas conferencias, haciéndole valedor de convertir el abstruso lenguaje del filósofo en unas Lecciones capaces de mostrar su dimensión menos oscura y más amena. Otro paralelismo con la situación actual de Escohotado, quien afirma encontrarse en su mejor momento en cuanto a capacidad de trabajo, es haber hallado en el tweet un formato de síntesis capaz de tender puentes hacia los extensísimos desarrollos que plantean sus libros. Desde que Jorge se ha erigido como báculo de su ancianidad –como proclama literalmente el autor-, Escota está más presente que nunca en medios y conferencias, en constante contacto con una comunidad online que no deja de crecer y que ronda ya las 100.000 personas en Youtube y Twitter.

Karl Hegel nació el mismo año en que se publicó el segundo volumen de la Ciencia de la Lógica (1813), y su padre murió justo al alcanzar él la mayoría de edad. El caso de Jorge se diría más bien a la inversa: entró en escena a raíz de la edición del tercer volumen de Los Enemigos del Comercio, y solo vivió un año junto a su padre antes de cumplir los dieciocho. Eso le convierte en el hijo al que menos ha educado en la edad en que los hijos dependen de los padres, sin oportunidad de compartir momentos de infancia como aquel en el que Hegel llevó a Karl y a su hermano a ver a un elefante y unos rinocerontes. A esto Jorge ha respondido con un esfuerzo sostenido durante quince años de estrecha relación, basada en no pedir sin dar y no recibir con ingratitud. «Recuperemos el tiempo perdido, sólo depende de nosotros», pidió a su padre aquel adolescente de 16 años tras su llegada a Hoyo de Manzanares. Y vaya si lo han hecho…

Esas ganas de recuperar el tiempo perdido, que Antonio mostraba en su día llevando a su hijo de leñas nada más llegar del instituto, las mantiene hoy animando a su hijo a escribir: “hijo, es una lástima que la buena pluma que hay en tus genes no la mimes como es debido”. Más inclinado al ánimo de aquellos caravaneros que desempolvaban las ruedas del comercio tras la Edad Media para volver a hacerlas girar, Jorge prefiere consolidar la simbiosis entre ambos antes de lanzarse a escribir: “yo soy más de acción, padre, tú hiciste la teoría y ahora me toca a mí ponerla en práctica.” Karl se las arregló para labrarse una brillante carrera como escritor político e historiador de la Edad Media que, siendo el período de menor agrado de Hegel, representa otra forma de cortés rebeldía frente a un padre que se ha demostrado capaz de poner en acto su potencia.

La particular rebeldía de Jorge para iluminar la freudiana sombra de un padre es una actitud de emprendimiento schumpeteriano. Todos estos años de activa convivencia cristalizan en La Emboscadura, resultado de amalgamar la esfera familiar con la profesional, dos esferas que el filósofo alemán siempre mantuvo nítidamente separadas, siendo solo reunidas por su hijo. “Todos los días se me presenta Karl para llevarme a comer”, escribía Hegel en una carta a su hermana Christiane, igual que vemos al Viejo acompañado por Jorge en cada conferencia y demás citas.

Suponiendo el descubrimiento intelectual de mayor impacto en la vida de Antonio, no es de extrañar que Hegel guarde con él coloridas similitudes. Por ejemplo, que una de las mayores pasiones de Georg Wilhelm Friederich fuese también el ajedrez, que practicaba con sus hijos, o que el mote que le pusieron sus colegas universitarios en Tubinga fuese precisamente “el vejete”. Ambos construyeron una vida en torno al estudio, emboscándose uno en la sierra de Madrid y el otro en Kreuzberg -en lo que la familia llamaba “pequeño palacio”-, alejados de la ciudad. Lugares con jardín, para recibir con generosidad y humor a estudiantes o entrevistadores, en un creciente flujo de visitas paralelo a un aumento de popularidad. En el caso de Escohotado, es Jorge quien gestiona las frecuentes peticiones de los lectores, sean solicitudes de cita, recomendaciones de libros o preguntas sobre tal o cual materia, arremolinamiento que Hegel también recibía con gratitud y equilibraba con su tiempo propio. Revolucionarios en su juventud y reconvertidos en su madurez en defensores del Estado como ente impersonal vertebrador de nuestras libertades, los dos pensadores también comparten la capacidad de mantener el desconcierto de sus seguidores.

Como educadores, los patriarcas Antonio y Georg –tocayo de Jorge, por cierto- también parecen haber transmitido sus valores esenciales a su prole con pareja rectitud. Karl y su hermano Immanuel llevaron grabada en su memoria aquella reprimenda por robar un tálero que encontraron y gastaron, seriedad que replica Escota cuando detecta en sus hijos un desfase entre libertad y responsabilidad. La ternura consustancial la podemos ver en su amor por la cosa concreta, demostrado en cómo ambos viejos han dedicado su vida a pulir un entendimiento de naturaleza optimista. Aunque Hegel vivió sus últimos meses temeroso de que el mundo fuese a derrumbarse, nunca perdió eso que comparte con Escohotado: la confianza como ánimo objetivo y la ecuanimidad como norte. La atenta mirada de Karl lo puso en palabras: “[en los últimos sucesos] mi padre veía con terror una catástrofe que parecía amenazar los fundamentos más seguros del Estado racional. Pero, a diferencia de Niebuhr [un historiador], no pensaba que eso nos llevaría al despotismo y la barbarie.”

Jorge también escudriña a Escota con ese tipo de atención, propia de un hijo que quiere agradecer con trabajo lo aprendido a través de unos lazos tan estrechos. Por eso capta aquello que a Escota se le escapa, aunque a veces tenga que recordarle que en tal momento dijo cosas como: “hijote, reconozco que he tardado mucho tiempo en darme cuenta de que la familia es lo más importante.” Quizá Jorge se diese cuenta mucho antes, y es por eso capaz de equilibrar las típicas discusiones escohotadianas enfrentando con corazón los trabajados argumentos de su viejo. Con ese corazón felicita hoy el día a su padre, a quien debemos la elocuencia de traducir sustancia por gratitud y gratitud por sustancia. Eso sí, también guarda un As bajo la manga, en caso de que el Viejo se ponga demasiado cascarrabias; como le dijo una vez: “es una pena que no vayas a poder leer tu mejor libro, el cual me encargaré de compilar yo, y el cual te hará universal.” Si Hegel sigue calando hoy pese a tardar diez años en agotar la primera tirada de quinientos ejemplares la Fenomenología del Espíritu, quién sabe qué aguarda el devenir para el legado de Escohotado. La Emboscadura da sus primeros pasos con la seguridad de saberse una criatura afortunada, disponiendo de unos padres que están a la altura de sus predecesores.

 

4 Comentarios
  • Javier
    Publicado 01:14h, 08 septiembre Responder

    Emoción y cariño enorme

  • Vicente Solivelles
    Publicado 04:48h, 01 octubre Responder

    Apasionado por la obra de Antonio Escohotado.

  • Guillermo B. SAINTE CLUQUE
    Publicado 12:51h, 23 noviembre Responder

    Jorge, por favor continúa escribiendo y haciendo lo que estás haciendo en relación a la obra de Antonio. Gracias por todo el esfuerzo realizado hasta el momento para difundir la obra de tu padre y por favor no lo dejes de hacer nunca porque solo se han cumplido «dos años despues de AE»!

  • R. R Summer
    Publicado 22:02h, 19 enero Responder

    Gracias por todo.

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